miércoles, 13 de abril de 2011

La niña de la pena eterna

Cada día era una eternidad amarga, un largo camino oscuro que debía atravesar. Miraba atrás, miraba su pasado aún fresco, nítido y hasta calido. Quería tocarlo, pero se desvanecía violentamente en un segundo. Él estaba ahí, mirando el sol, sonriendo. Su sonrisa tan clara y natural la hacia llorar. Ella volvía a mirar el camino, no vía luz, no vía el cielo solo sentía sus pies pesados, como si no fueran parte de su cuerpo, ya nada le pertenecía realmente. Ya no creía en nada, ni siquiera sabia porque caminaba. Pensaba si no era mejor quedarse abrazando sus rodillas o si talvez el seguir llorando le diera la oportunidad de término de sacarse ese amor de una vez y para siempre.

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